jueves, 30 de junio de 2016

CHICOT

Jean-Antoine d'Anglerais, llamado CHICOT, es recordado más que nada en su rol de bufón o loco (1) al servicio del rey Enrique III de Francia, en gran medida debido a que como tal ha sido inmortalizado por Alejandro Dumas en sus novelas históricas La Dama de Montsoreau y Los Cuarenta y Cinco. Pocos tienen presente, en cambio, a pesar de que la admirable pluma de Dumas supo trazar un retrato bastante cabal del personaje, que el buen Chicot no sólo se distinguió por su agudo ingenio y la feroz mordacidad de sus respuestas, sino que probó ser además un soldado valeroso, un sagaz cortesano y un ser humano que parece haber estado dotado de cualidades morales bastante superiores a las que solían ser comunes en su tiempo.



Baile en la corte del rey Enrique III de Francia

Nacido alrededor del año 1540 en Villeneuve-sur-Lot, en Gascuña, todo indica que Chicot procedía de una familia burguesa, si acaso no perteneciente a la pequeña nobleza, y que sus padres debían gozar de una posición económica cuando menos relativamente desahogada, pues consta que en su temprana juventud Chicot cursó estudios en el colegio de Reims, en París, lo que supone que sus progenitores disponían de recursos suficientes como para costear una formación académica, cosa que en aquel tiempo no estaba al alcance de cualquiera. No se sabe si Chicot llegó a culminar esos estudios o si los abandonó para abrazar la vida militar, pero lo cierto es que en noviembre del año 1567 servía ya como soldado bajo el mando de Honorato de Saboya, marqués de Villars, mariscal de Francia, quien en esa fecha le confió la misión de informar a Miguel de Castelnau, señor de La Mauvissière, la ruta que debían tomar las tropas que éste había reclutado en Flandes con el fin de aportar refuerzos a las huestes reales, en ocasión de la guerra que éstas sostenían entonces contra los hugonotes (2).


Carlos IX de Francia

Fácil es suponer que debió ser el transcurso de una misión similar que Chicot, respecto de quien se sabe que en ese tiempo era conocido ya con este curioso sobrenombre (3), llegó a ser presentado al rey Carlos IX, al que debió caer sin duda en gracia, dado que este monarca lo empleó también como mensajero. Chicot figura de hecho en los registros o nóminas reales de esa época como chevaucher d'ecurie, es decir, jinete de la escudería real, lo cual indica que su función no era otra que la de cabalgar de un lado para otro portando mensajes o noticias por cuenta y orden del monarca. Un documento del año 1570 lo presenta a su vez como porte-manteau du roi, o sea, portador del manto real, revelando que Chicot ocupaba ya para entonces una posición oficial en la corte de aquel soberano. La aparente futilidad del oficio, que no habría consistido en otra cosa que en sostener el manto o capa del rey cuando éste se presentaba en atuendo de tal, sugiere que éste pudo haberle sido asignado con el fin de justificar su presencia en la corte y su acceso habitual a la persona del monarca sin que ello se tradujera en una transgresión a las normas de etiqueta, que eran ya bastante complejas en tiempos de los soberanos de la casa real de Valois-Angulema (4). Por otra parte, es sabido que su hermano, Raimundo d'Anglerais, ostentaba a su vez el rango de capitán al servicio del rey, al que cabe suponer pudo haber accedido por medio de la influencia de Chicot, dado que Raimundo, si hemos de confiar el testimonio de Brantôme (5), no parece haber dado pruebas de poseer cualidades militares muy brillantes que se diga.



Matanza de San Bartolomé

Es el propio Brantôme quien refiere que Chicot y su hermano, el capitán Raimundo, habrían tomado parte en la tristemente célebre matanza de hugonotes que se recuerda con el nombre de San Bartolomé (6), la cual tuvo lugar durante la noche del 23 al 24 de agosto del año 1572, víspera de la festividad que se hallaba consagrada al santo de ese nombre, y consigna el rumor de que ambos se habrían concertado entonces a efectos de perpetrar el asesinato del conde de La Rochefoucauld. Cabe señalar, sin embargo, que el mismo Brantôme expresa sus dudas acerca de la veracidad de este suceso, en tanto que el carácter que Chicot reveló en otras circunstancias lo hacen también poco creíble, tanto más por cuanto el conde de La Rochefoucauld, a pesar de ser uno de los nobles hugonotes más prominentes, formaba parte del círculo íntimo del rey y gozaba a todas luces de su particular aprecio (7). Sí consta, en cambio, que Chicot estuvo presente y combatio bravamente en el sitio de La Rochela, plaza controlada por los hugonotes que fue sitiada por las tropas reales de febrero a junio del año 1573. Brantôme indica además que fue durante este sitio que el capitán Raimundo, hermano de Chicot, perdió la vida en el transcurso de una escaramuza, y agrega que éste, en contraste con la valerosa actuación de su hermano, no se había destacado precisamente en dicha ocasión por su coraje ni por su apego a la disciplina militar.



Enrique III de Francia

Tras el deceso del rey Carlos IX, en mayo del año 1574, Chicot continuó al servicio del hermano y sucesor de este monarca, el rey Enrique III, quien es recordado en general como un soberano indolente y de costumbres extravagantes, y en opinión de muchos poco varonil, por no decir  lisa y llanamente afeminado (8), aunque en realidad no carecía de valor, talento militar y capacidad de mando, como había sabido demostrar en el transcurso de las pasadas guerras de religión. La aparente debilidad del rey Enrique III en su rol de soberano parece haber sido más bien producto del difícil contexto político en que le tocó reinar, y en buena medida atribuible a la insidia de sus enemigos, tanto entre la facción hugonota como entre la católica más radical, liderada por los Guisa, de la casa de Lorena, que alentaban pretensiones a la corona de Francia. El rey Enrique III se vio en efecto obligado a mantener un delicado equilibrio entre ambas facciones, que amenazaban por igual su trono, situación que se hizo aún más difícil a partir del año 1584, cuando tuvo lugar la muerte de su hermano menor y presunto heredero, dado que Enrique no había tenido hijos. Ello determinó que su heredero más inmediato pasara a ser su primo y cuñado, Enrique de Borbón, rey de Navarra (el futuro rey Enrique IV), que era justamente líder de la facción hugonota, y por tanto que los católicos más intransigentes se congregaran en torno a Enrique de Lorena, duque de Guisa, quien acabaría siendo asesinado en diciembre del año 1588, al igual que su hermano, el cardenal de Guisa, ya sea por orden o con la anuencia del propio Enrique III.  



Enrique I de Lorena
Duque de Guisa

No ha sido posible establecer en qué momento Chicot, que había sido nombrado capitán o lugarteniente del castillo de Loches (9) en el año 1574, comenzó a desempeñar de manera oficial las funciones de bufón o loco del rey, pero consta que ya era presentado como tal en el año 1580, dado que en esta fecha la cuenta de gastos del monarca incluye la compra de siete anas (10) de tafetán negro destinadas a confeccionar avíos, es decir, disfraces o vestiduras graciosas, para Chicot, bufón del rey. La relación de Chicot con el rey Enrique III, a juzgar por la que sostuvo luego con el rey Enrique IV, debió ser de una muy íntima familiaridad, incluso de amistad, pues se sabe que Chicot concibió un odio feroz hacia el duque de Mayenne, no porque éste hubiera ofendido su honor, como pretende D'Aubigné (11), sino más plausiblemente porque el duque de Mayenne había sido el principal autor intelectual del asesinato del rey Enrique III, perpetrado en agosto del año 1589, en venganza por la muerte de sus hermanos, el duque y el cardenal de Guisa. Alejandro Dumas, cuyo retrato de Chicot, como ya se ha señalado, parece ser bastante cercano a la realidad, lo presenta zahiriendo constantemente al rey por su falta de decisión a la hora de enfrentar a sus enemigos, por la excesiva generosidad que mostraba hacia sus turbulentos favoritos y hasta por su incapacidad para engendrar un heredero, pero también como uno de sus más próximos e incondicionales leales. El testimonio de D'Aubigné, quien indica que Chicot actuaba como bufón sólo cuando le venía en gana, confirma además que éste era reconocido por su inteligencia y su coraje.



Carlos de Lorena
Duque de Mayenne

Efectivamente, tras el asesinato del rey Enrique III, Chicot no dudó en unirse al partido del rey de Navarra y combatió valerosamente contra la Liga, es decir, el partido católico liderado entonces por el duque de Mayenne, el cual intentaba evitar que el rey de Navarra ocupara el trono de Francia. Hé aquí lo que consigna D'Aubigné sobre el particular : Ese Chicot, bufón cuando él quería, manifestaba un continuo deseo de morir o matar al duque de Mayenne por haber sido vencido por él, y procurando esta ocasión hizo matar entre sus piernas cinco caballos en dos años. Estas líneas revelan de manera muy clara que Chicot desempeñó un rol considerable en las guerras que el rey Enrique IV, quien al parecer lo distinguió también con su aprecio y confianza, hubo de sostener para defender su legítimo derecho al trono. Chicot lo había conocido y le había manifestado su amistad cuando aquel, en ocasión de la San Bartolomé, la noche siguiente a aquella en que se había celebrado su enlace con la princesa Margarita de Francia, hermana de Carlos IX y Enrique III, fue obligado a renunciar al credo calvinista y convertirse al catolicismo, quedando reducido poco menos que a la condición de prisionero hasta que logró fugarse de la corte de Francia, en febrero del año 1576.


Enrique III de Navarra
(Enrique IV de Francia)

Las circunstancias en que tuvo lugar la muerte de Chicot son realmente dignas de una novela de Dumas, aunque existen al respecto diversas versiones. Fue en marzo del año 1592, durante el sitio de Ruán, que Chicot se enfrentó en el campo de batalla con Enrique de Lorena, conde de Chaligny, hermano de la reina Luisa de Lorena-Vaudemont, viuda del rey Enrqiue III. Al cabo de un reñido combate, en el que ambos contendientes resultaron heridos, Chicot logró someter y capturar a su oponente, entregándolo al rey Enrique IV. Algunos autores suponen que fue entonces que el conde de Chaligny, indignado al descubrir que había sido derrotado y hecho prisionero por un bufón, golpeó a Chicot en la cabeza con el pomo de su espada, ocasionando de este modo su muerte, pero otros afirman que ésta sobrevino poco después de aquel suceso a causa de las heridas recibidas durante ese combate, y agregan incluso que Chicot habría liberado a Chaligny sin exigir el pago del rescate al que tenía derecho según las leyes de la guerra.



Castillo de Loches

Por último, se sabe que Chicot se había desposado con Renata Baret, una noble dama nacida en el seno de una antigua familia de la región de Turena, comarca en la que se halla situado el castillo real de Loches, cuya salvaguarda había sido confiada a Chicot, y que tuvo de esta unión varios hijos que continuaron residiendo en los alrededores de Loches. También consta que en su testamento, otorgado el 8 de setiembre del año 1585, dispuso que sus restos fueran inhumados en la iglesia de los Cordeleros de Loches, pero su deseo no fue respetado, ya que el rey Enrique IV ordenó que recibiera sepultura en la iglesia de Pont-de-l'Arche, situada a unos 16 kms al sur de Ruán, y que se emplazara en cambio en la iglesia de los Cordeleros de Loches un retrato suyo a fin de honrar cuando menos simbólicamente su última voluntad.

NOTAS

(1) Resabio de las costumbres medievales, el empleo de bufones o locos por parte de soberanos, príncipes y grandes señores se extendió hasta bien entrado el siglo XVII, cuando se impuso la moda de incorporar al servicio de aquellos enanos o personas que resultaban llamativas a causa de alguna deformidad u otro rasgo poco común, a las que sus amos trataban punto menos que como mascotas. En muchos casos los bufones presentaban también deformidades más o menos grotescas que causaban gracia, aunque éste no fue precisamente el caso de Chicot, quien se habría distinguido más que nada por su habilidad para formular humoradas ingeniosas. Los bufones eran llamados locos porque habitualmente les estaban permitidas libertades, tanto de palabra como en sus actos, que ningún soberano o gran señor hubiera tolerado de parte de sus otros súditos y servidores, las cuales sólo podían ser consentidas y justificadas atribuyéndolas a una presunta locura.

(2) Nombre despectivo que los católicos franceses daban a los calvinistas, es decir, a aquellos que profesaban el credo religioso protestante y seguían los preceptos doctrinarios de Juan Calvino (1509-1564). El dogma calvinista no sólo sostenía con la doctrina católica profundas diferencias en materia teológica sino que contrastaba por la austeridad y severidad de sus principios con los excesos que justificadamente censuraba a la Santa Sede, los altos prelados y el clero católicos. Ello determinó que no tardara en ganar numerosos adeptos en Francia, en particular entre la nobleza y la burguesía, captando en breve a muchos de los más ilustres señores y príncipes de la época, lo cual dio lugar a que acabaran confundiéndose las diferencias religiosas con las rivalidades políticas, combinación fatal que condujo finalmente a las guerras de religión que ensangrentaron la historia de Francia durante toda la segunda mitad del siglo XVI.

(3) No resulta claro en qué sentido fue aplicado este mote a nuestro reseñado, ya que en el siglo XVI la acepción del término CHICOT (en su forma más antigua CICOT) era la misma que se le asigna actualmente : en sentido literal significa tocón, es decir, la porción de un árbol que sobresale de la tierra luego de que el mismo ha sido talado, y figuradamente aplica a la parte de un diente roto o cariado que permanece unido a la encía. Tales eran, en efecto, las acepciones que se atribuían ya en esa época a este vocablo.

(4) Valois-Angulema es el nombre que corresponde a la rama de la casa real de Valois que fue representada entre los años 1515-1589 por los reyes Francisco I, Enrique II, Francisco II, Carlos IX y Enrique III. El rey Francisco I era hijo del príncipe Carlos de Orléans, conde de Angulema, y sucedió en el trono a su primo y suegro, el rey Luis XII, anteriormente duque de Orléans, y como tal jefe de la casa de Valois-Orléans, que descendía del príncipe Luis de Francia, duque de Orléans, segundo hijo del rey Carlos V y hermano del rey Carlos VI, tercer y cuarto soberanos respectivamente de la casa real de Valois, que ocupó el trono de Francia a partir del año 1328.

(5) Pedro de Bourdeilles, señor de Brantôme (1540-1614), historiógrafo, biógrafo y novelista francés, a la vez que caballero aventurero y galante. Si bien es cierto que el mérito literario de sus obras resulta discutible, no hay duda de que éstas presentan gran interés histórico, en particular aquellas que refieren a sucesos de los que él mismo fue testigo.

(6) Esta espantosa masacre, planificada por los Guisa, príncipes de la casa de Lorena, líderes de la facción católica más radical, se desarrolló en París, como ya se ha dicho en la noche del 23 al 24 de agosto del año 1572. Su propósito era descabezar a la facción hugonota mediante el asesinato simultáneo de sus principales jefes, que se habían congregado en la ciudad en ocasión del matrimonio del joven Enrique de Borbón, rey de Navarra, más tarde Enrique IV de Francia, con la princesa Margarita, hermana del rey Carlos IX. El furor asesino no tardó en alcanzar sin embargo a miles de ciudadanos calvinistas que fueron asaltados y asesinados sin piedad en sus casas o en las calles, sin distinción de edad, sexo ni rango social, en muchos casos por sus vecinos y hasta por sus propios parientes, que simplemente aprovecharon la ocasión para saldar envidias y rencores personales - algunas de las víctimas ni siquiera eran calvinistas. Entre las víctimas más ilustres se contó Gaspar de Coligny, almirante de Francia, líder de la facción hugonota, al que los Guisa habían intentado asesinar la noche anterior y fue sorprendido en su residencia, en el lecho en el que convalecía de sus heridas, en el cual fue salvajemente acuchillado. Otros, como fue el caso del rey de Navarra, fueron puestos literalmente entre la espada y la misa, es decir, obligados a convertirse al catolicismo para salvar sus vidas.

(7) Francisco III, conde de La Rochefoucauld, príncipe de Marcillac, conde de Roucy, barón de Verteuil (1521-1572), era en efecto uno de los íntimos del rey Carlos IX. Se dice que este monarca, que se hallaba obviamente al tanto de los sucesos que se desarrollarían aquella noche, intentó retenerlo entonces a su servicio con el fin de preservar su vida, pero aquel, habiéndose percatado de lo que sucedía, abandonó la seguridad de las habitaciones del rey para acudir en auxilio de los suyos y acabó siendo asesinado. 

(8) Se dice que el rey Enrique III, cuarto hijo varón del rey Enrique II y Catalina de Medicis, era el favorito de su madre y que ésta lo había consentido en exceso, lo que habría arruinado su carácter, aunque lo cierto es que desde muy joven Enrique, conocido entonces como duque de Anjou, supo demostrar que no carecía de valor e inteligencia, y sus hazañas militares durante las guerras de religión lo hicieron muy popular, lo cual motivó los recelos de su hermano, el rey Carlos IX. No obstante, Enrique se caracterizó también por su conducta ostentosa, su afición por las joyas, los perfumes y las vestiduras ricamente elaboradas, su atención enfocada al parecer más en los placeres que en sus obligaciones como gobernante, y en particular por la dispendiosa generosidad con que trató a sus favoritos, jóvenes y apuestos caballeros que se disputaban abiertamente sus favores y a los que se dio en llamar mignons, en el sentido de amanerados o delicados, mascotas del rey. Todo ello, sumado al hecho de que no llegó a tener hijos de su matrimonio con Luisa de Lorena-Vaudemont, con la que se desposó inmediatamente después de ascender al trono, dio pie justamente a los rumores que cuestionaban su virilidad, aunque lo cierto es que no hay evidencias suficientes para afirmar de manera categórica que este monarca haya sido realmente homosexual o bisexual.


(9) Erigido a principios del siglo XI por Fulco III Nerra, conde de Anjou, el castillo de Loches fue una de las fortalezas más importantes de la comarca de Turena. Pasó a poder de los reyes de Francia sobre finales del siglo XII o principios del siglo XIII, quedando incorporado desde entonces al dominio real. Es famoso sobre todo por haber sido utilizado como lugar de emprisionamiento por el rey Luis XI, soberano de Francia entre los años 1461-1483, rol que este castillo siguió cumpliendo hasta el año 1926.

(10) Antigua unidad de medida, equivalente en Francia a 1,188 metros.

(11) Teodoro-Agripa d'Aubigné (1552-1630) fue uno de los principales jefes o capitanes de los ejércitos hugonotes y ocupó una posición de particular confianza junto al rey Enrique IV. Su nieta, Francisca d'Aubigné, marquesa de Maintenon, casada en primeras nupcias con el poeta Scarron y empleada luego como aya de los hijos que el rey Luis XIV tuvo de su relación con la marquesa de Montespan, es recordada por haber sido la segunda esposa (morganática) de este monarca.



domingo, 3 de enero de 2016

HOMENAJE A MOLIÉRE

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JUAN-BAUTISTA POQUELIN
"MOLIÉRE"

(París, 15/01/1622 - París, 17/02/1673)

Posiblemente se preguntarán qué tan relevante puede considerarse el rol de este ilustre comediógrafo francés en relación con la HISTORIA como para que se le rinda homenaje en un sitio consagrado, precisamente, a temas de historia y genealogía. La respuesta que en principio resultaría más evidente sería que no mucho, pero sucede que para mí sí tiene una conexión importante, no con la HISTORIA en sí misma, pero sí con mi afición por ella. Y procedo en este punto a explicarme :
Mi gusto por la lectura se remonta a los primeros años de mi infancia. Bastante antes de que hubiese aprendido siquiera a leer, mi padre era sometido cada noche a lo que para él debía ser el tedioso ritual de leerme al menos un cuento antes de dormir, condición sine qua non para que el benjamín de la familia consintiese en acostarse en su propia cama en lugar de ir a escorchar a la suya. Por fortuna conservé el hábito de la lectura cuando pude al fin valerme por mí mismo para tal menester. Los cuentos infantiles fueron sustituidos por comics y libros de aventuras, que eran sobre todo infaltables en mi equipaje durante las vacaciones, cualquiera fuera el destino elegido por mis padres – aunque debo reconocer que las frecuentes visitas a la casa de mi abuela materna, que vivía en un pueblito situado casi en medio de la nada, sin acceso a TV ni cualquier otra suerte de chupete electrónico por al menos un par de interminables semanas, constituyeron el aliciente ideal para que el niñato devorase revistas y libros durante las abrumadoras horas de siesta obligatoria. No obstante, no fue sino hasta mi ya lejana pre-adolescencia, cuando heredé la pequeña biblioteca de libros de texto que había sido patrimonio de mis dos hermanas mayores, que mi gusto por la lectura se convirtió en verdadera pasión.
Fue durante una tarde de lluvia, en la que no tenía nada mejor que hacer, que se me ocurrió tomar uno de aquellos libros, que resultó ser una edición comentada del inmortal Tartufo, cuya introducción contenía una reseña sobre la vida del autor, su época y las circunstancias en que la obra había sido representada por primera vez. Inesperadamente atrapado por la descripción que esa reseña hacía del Rey Sol y su corte, el palacio de Versalles y los fastos desplegados en ocasión de la fiesta llamada Los Placeres de la Isla Encantada, mi imaginación se sumergió a tal punto en aquel relato que desde ese momento me dediqué afanosamente a saber más, en principio sobre los personajes mencionados y sobre ese contexto histórico en particular, pero luego sobre sobre otras culturas y personajes, lo que me llevó a su vez a bucear en otras materias, en especial literatura, mitología y más tarde genealogía. Mi afán llegó de hecho a tal grado que en breve los libros de texto y los cinco tomos del humilde diccionario enciclopédico que había en casa me resultaron no sólo insuficientes sino incluso frustrantes, lo cual determinó que mis visitas a la biblioteca pública se hicieran cada vez más frecuentes. Difícil sería describir mi gozo cuando supe que podía retirar en préstamo un número hasta entonces inimaginable de libros – mi primera tarjeta de libros en préstamo quedó rápidamente colmada y muchas más luego de esa -, y más aún cuando descubrí en ella una impecable edición del monstruoso diccionario enciclopédico Espasa-Calpe, completísimo en artículos de historia, biografías y también en detalladas reseñas genealógicas, materia en la que comencé a interesarme porque mi debilidad ha sido siempre la historia menuda, es decir, aquella que se detiene en los personajes que han contribuido a forjar con sus acciones individuales, heroicas, temerarias o mezquinas, cada uno de los innumerables sucesos que forman parte del devenir histórico.
Qué mas puedo decir, salvo que para el momento en que cumplí mis 15 años ya me había convertido en un verdadero ratón de biblioteca, y de los peores ; un bicho raro que no paraba de levantar la mano en la clase de Historia y que cada tanto osaba incluso corregir al profesor, y que para colmo se lucía también en Literatura, y hasta exhibía un conocimiento absurdo sobre cuestiones tan inútiles como mitología egipcia y greco-romana, cosas todas que para la mayoría de mis condiscípulos distaban mucho de ser motivo de elogio, como en más de una ocasión me lo hicieron notar. Pero bueno, para entonces ya estaba perdido y ninguna pulla o distracción de cualquier otra índole podían apartarme del íntimo placer de leer y acumular conocimientos sin otro fin que saber – ni modo que hiciera entender a mis compañeros que eso era para mí tan o más gratificante que casi cualquier otra cosa -, y de eso, como sin duda entenderán ya a esta altura, me reconozco en primer lugar deudor de Molière, cuya obra he llegado a leer completa y ocupa todavía un honroso lugar en mi biblioteca porque tuvo la virtud de abrir las puertas de mi curiosidad y despertar mi interés en diversas áreas del conocimiento, pero sobre todo en la Historia, que es actualmente una de mis más gratas aficiones.
Por ello es que dedico a Molière, sencillamente, este merecido HOMENAJE.

viernes, 1 de enero de 2016

EL PADRE DE LA HISTORIA

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HERODOTO

Me ha parecido oportuno dedicar la primera entrada de este blog a quien ha sido honrado con justicia con el noble título de "Padre de la Historia", aunque conviene señalar que Herodoto, más que historiador, fue un muy notable historiógrafo, dado que su obra se enfoca mayormente en la recreación de los personajes y sucesos del pasado tal como eran conocidos o recordados en su tiempo, combinando en su relato hechos verdaderamente históricos con mitos que la creencia popular tenía por ciertos, sin adentrarse en el análisis crítico que caracteriza el trabajo de todo buen historiador.

VIDA DE HERODOTO

Herodoto nació en el año 484 AC en Halicarnaso, antigua colonia griega situada en la región de Caria, en la costa occidental de Asia Menor, y perteneció a una de las familias más ilustres de esa ciudad, lo cual determinó que tuviera acceso no sólo a una educación privilegiada sino también a los recursos que le permitieron costear los viajes a partir de los cuales reunió los conocimientos que volcó luego en su obra.

Sobrino por línea materna del célebre poeta épico Paniasis, se cree que fue éste quien inculcó en el joven Herodoto el gusto por las artes, las letras y el saber, así como esa curiosidad que desde muy temprana edad lo impulsaría a viajar extensamente por Asia Menor, Oriente Medio y el norte de Africa - se sabe de hecho que Herodoto visitó Babilonia y recorrió las tierras de Fenicia, Egipto, en donde remontó el río Nilo hasta la ciudad de Elefantina, y Libia, así como también que llegó hacia el oriente hasta los confines del Ponto Euxino, nombre que se daba entonces al Mar Negro.



Mapa de Estrabón

En aquel tiempo Halicarnaso era una de las ciudades griegas que reconocían la soberanía del Imperio Persa, circunstancia que hizo posible que Herodoto, en su calidad de súbdito del Gran Rey, pudiese viajar con relativa seguridad por las tierras sujetas a la autoridad de éste - en esa época ningún griego procedente de la Grecia peninsular habría podido hacer lo mismo sin exponerse a ser tratado como enemigo.

Herodoto recopiló durante esos viajes un vasto bagaje de informaciones que habría de volcar como ya se ha dicho en su obra - los Nueve Libros de la Historia -, la cual se supone que comenzó a escribir tras su regreso a Halicarnaso, en donde se sabe que residía hacia el año 454 AC, cuando su tío fue asesinado o ejecutado por orden del tirano Ligdamis, que gobernaba la ciudad bajo la égida del Gran Rey. Herodoto tuvo que huir entonces de Halicarnaso para no correr la misma suerte, estableciéndose algún tiempo después en la isla de Samos, en donde continuó trabajando en su obra.

Fue desde su exilio en Samos que Herodoto colaboró activamente en la preparación del alzamiento que habría de derrocar al tirano Ligdamis. Todo parece indicar que fue de hecho uno de los principales líderes de la conjura que puso fin al gobierno de aquel y que le permitió regresar finalmente a su patria. Por desgracia, el vacío de poder dio lugar en breve a graves disensiones entre sus conciudadanos, las cuales motivaron a Herodoto a alejarse una vez más de su patria y a buscar el sosiego que ansiaba en Thurium, colonia ateniense en la que vivió largos años hasta su muerte, acaecida en el año 406 AC - algunas fuentes reportan que la muerte de Herodoto tuvo lugar en Pella, capital del reino de Macedonia, pero la primera versión parece ser la más plausible.

LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA

Así se ha dado en llamar a la obra de Herodoto, debido a que la misma se compone justamente de nueve libros, cada uno de ellos dedicado a una de las nueve musas, Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania y Calíope - se mencionan otras, pero éstas son las que ha consagrado la tradición clásica. El tema central de estos nueve libros son las guerras que los griegos sostuvieron contra los persas durante la primera mitad del siglo V AC, conocidas como Guerras Médicas debido a que los persas eran calificados también el nombre de medos, a pesar de que estos dos pueblos, aunque se hallaban étnicamente relacionados, constituían en realidad naciones claramente distintas.



Las nueve Musas

Un claro ejemplo de cómo Herodoto no solía distinguir los sucesos históricos de los míticos es que no duda en remontar los orígenes de la enemistad entre griegos y persas nada menos que hasta la legendaria guerra de Troya. No obstante, ello no resta interés a su obra, porque los mitos son parte esencial de nuestra cultura e historia, y mucho dicen además sobre la naturaleza humana porque son fiel reflejo tanto de nuestros anhelos como de nuestros temores. 

Los temas principales de cada uno de estos nueve libros son :

LIBRO I - CLÍO (musa de la Historia) : Antecedentes de la rivalidad entre griegos y persas, entre ellos la guerra de Troya - Los triunfos de Ciro II el Grande, rey de los Persas, en particular la victoria obtenida sobre Creso, rey de Lidia, y posteriormente sobre los asirios y el pueblo masageta.

LIBRO II - EUTERPE (musa de la Música) : Conquista de Egipto por el rey persa Cambises, hijo de Ciro II el Grande - Geografía de Egipto, costumbres, religión, tradiciones y fauna del país.

LIBRO III - TALÍA (musa de la Comedia) : Continuación de la conquista de Egipto - El reinado de Darío I el Grande - Relación sobre la organización política-administrativa del Imperio Persa y curiosidades diversas - Los confines de la Tierra - Conquista de Babilonia por los persas.

LIBRO IV - MELPÓMENE (musa de la Tragedia) : Continuación del reinado de Darío I el Grande - Relación sobre el país y las costumbres de los escitas - Circunnavegación de Africa - Derrota de los escitas y conquista de Libia por los persas.

LIBRO V - TERPSÍCORE (musa de la Danza) : La conquista persa de Tracia - Inicio de la primera guerra Médica (revuelta de las ciudades de Jonia y disgreciones sobre la historia de Esparta y Atenas).

LIBRO VI - ERATO (musa de la Lírica Coral) : La reconquista persa de Jonia - Reacción de los griegos peninsulares - Desarrollo de la primera guerra Médica - La victoria griega en Maratón.

LIBRO VII - POLIMNIA (musa de la Pantomimia) : La segunda guerra Médica - Reinado del rey persa Jerjes (Xerxes) - Preparativos y desarrollo de la invasión persa en Grecia - La heroica resistencia del rey Leonidas y sus trescientos espartanos en el paso de las Termópilas.

LIBRO VIII - URANIA (musa de la Astronomía) : Continuación de la segunda guerra Médica - Las batallas navales de Artemisio y Salamina - El reino de Macedonia.

LIBRO IX - CALÍOPE (musa de la Poesía Épica) : Fin de la segunda guerra Médica - Batalla de Platea - Liberación de las ciudades jónicas y fundación de la hegemonía ateniense.

No me extenderé aquí en detalle sobre el contenido de la obra de Herodoto, pero sí me parece importante destacar que, a pesar de que las informaciones consignadas en ella pueden considerarse en muchos puntos escasamente fidedignas - la seriedad del trabajo de Herodoto fue duramente criticado por varios de sus contemporáneos, como fue el caso del historiador Tucídides -, su forma y estilo constituyeron sin duda el modelo sobre el cual fueron plasmadas las obras de los grandes historiadores e historiógrafos griegos y romanos, y a través de éstos las que nos han legado los cronistas medievales, habiendo servido además de inspiración a los amantes y cultores de la Historia a través de incontables generaciones.

Por todo ello considero harto merecido este homenaje a HERODOTO, verdadero PADRE DE LA HISTORIA.